Tras el divorcio, comienza una nueva etapa en la que la familia deberá adaptarse a convivir sin uno de los progenitores. Para facilitar esta adaptación a los niños se recomienda respetar el régimen de visitas, resolver los conflictos con la ex pareja sin los hijos delante, mantener la relación con la famila extensa de ambas partes, etc.
Tras el periodo más o menos conflictivo de la toma de decisión sobre la separación, llega el momento de enfrentarse a la nueva vida donde los padres tendrán que aprender a convivir sin pareja (o, tal vez, con una nueva) y los niños se tendrán que adaptar a vivir solo con uno de los progenitores.
A continuación, damos algunas señas de cómo actuar de ahora en adelante con los hijos para que la situación no les afecte de forma negativa.
- Respetar los acuerdos a los que se ha llegado sobre el régimen de visitas. Al no hacerlo, los más perjudicados serán los hijos dado que estarán perdiendo posibilidades de contacto con uno de sus progenitores.
- Resolver el conflicto con la ex pareja sin los hijos delante. Cualquier desavenencia que se produzca entre los padres no incumbe a los hijos y se debe resolver al margen de ellos. Pueden surgir roces en cuanto a qué hace el progenitor no custodio con los hijos cuando están con él o si llega tarde o temprano a recogerlos, o si la ayuda económica que se pasa no llega a tiempo. Los motivos de conflicto son múltiples y variados pero siempre se deben resolver manteniendo a los hijos al margen.
- No hablar mal de la ex pareja delante de los hijos. Incluso aunque se tenga razón en la queja sobre el otro. Aquí pueden aparecer formas muy sutiles de crítica. No se trata simplemente de «no insultar» sino que tampoco hay que hacer comentarios sarcásticos, no desautorizar al otro progenitor respecto a las decisiones que toma (aunque no se esté de acuerdo con lo que hace), no permitir que los hijos critiquen a la ex pareja, etc. En todos estos casos, lo recomendable seria buscar un momento a solas con el otro progenitor para poder hablar con él de todas estas cosas. Se debería hacer con espíritu conciliador y buscando el acuerdo. Y en aquellos casos donde no se llegue a ello o las negociaciones sean conflictivas, lo más adecuado sería acudir a la mediación familiar.
- Ponerse de acuerdo en decisiones importantes para los hijos. Hay que recordar que lo que se rompe es la pareja. Los padres siguen juntos en su paternidad y no se debería delegar esa responsabilidad en solo uno de ellos. Se puede llegar a acuerdos sobre unas directrices básicas de educación y hacer frente común ante las dificultades que vayan surgiendo en las distintas etapas del desarrollo de los hijos.
- Mantener la relación con la familia extensa (abuelos, primos, tíos) de ambas partes ya que, en definitiva, forman parte en igual medida de la vida de los hijos.
- Respetar el periodo de adaptación de los hijos. La vida cambia tanto para ellos como para los mayores con el añadido de que para los niños es algo que viene dado y sobre lo que no pueden hacer nada. Es comprensible que presenten rabia y frustración al principio.
- Mantener las rutinas previas dentro de lo posible (vivienda, colegio, amigos, horarios, etc) para que este periodo de adaptación sea llevadero. Esto hará que el choque frente a la nueva situación sea más suave y no se sumen nuevos problemas a los propios de la situación.