Cada vez es más habitual que el ginecólogo pida a la embarazada, en su primera visita, la prueba del VIH, aunque ni ésta ni su pareja pertenezcan a un grupo de riesgo. El contagio de la madre al bebé se produce generalmente por la sangre, durante el parto o a través de la leche. Sólo algunos bebés desarrollan la enfermedad del SIDA durante sus primeros años.
La infección durante el embarazo por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que causa el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) supone una grave amenaza tanto para la madre como para su hijo.
La infección pasa de una persona a otra a través de los fluidos del cuerpo: sangre, semen y fluido vaginal.
Las formas más habituales de contagio se producen por compartir agujas en las inyecciones intravenosas (normalmente cuando se consume drogas por esta vía), por contacto sexual y por transfusiones de sangre infectada.
Durante el embarazo, el virus se transmite a través de la sangre de la madre al feto. En algunos casos el virus atraviesa la placenta durante la gestación, aunque la infección también se puede transmitir durante el parto o a través de la leche materna.
Algunos bebés de mujeres portadoras del VIH desarrollan la enfermedad en sus primeros años de vida.
Es aconsejable realizar la prueba para detectar el virus VIH o el SIDA antes de la concepción.
Es cada vez más habitual que el ginecólogo pida esta prueba a la mujer embarazada en su primera visita aunque ni ésta ni su pareja pertenezcan a un grupo de riesgo.