La frecuencia con que la embarazada debe acudir al ginecólogo aumenta conforme avanza su estado. Hasta la semana 28, una visita mensual basta. Desde entonces, se hace necesario acudir cada dos semanas. A partir de la semana 36, se recomienda una visita semanal. Las ecografías, análisis y demás pruebas sirven al médico para controlar el desarrollo del feto y la posición de la placenta.
La primera visita al ginecólogo tiene por objeto confirmar el embarazo, realizar el historial médico de la madre y examinar el estado de salud de la embarazada y del feto.
En las siguientes visitas el ginecólogo comprueba la buena marcha del embarazo, sobre todo cómo crece el bebé y las posibles complicaciones en la embarazada, el feto y la placenta.
Normalmente la frecuencia de las visitas a lo largo del embarazo es:
- Una vez al mes hasta la semana 28 de gestación
- Cada dos semanas hasta la semana 36 de embarazo
- Una vez a la semana hasta el parto (alrededor de la semana 40).
En cada visita, además del control periódico del peso y de la presión sanguínea de la embarazada, el ginecólogo comprueba el tamaño del abdomen para determinar el tamaño del feto y controla su latido cardíaco.
También observa las piernas de la embarazada para detectar venas varicosas y, sus manos y pies, para detectar hinchazón (edema). Los análisis de sangre y de orina se repiten en cada trimestre del embarazo.
En distintas etapas del embarazo y, con la ayuda de ecografías, el ginecólogo controlará el desarrollo del feto y de la placenta y su posición.
Esta prueba se realiza mediante un aparato de ultrasonidos que proporciona una imagen del feto sin riesgo para la madre ni para él. Por lo general, se realizan tres o cuatro ecografías a lo largo de todo el embarazo.
La ausencia de menstruación es uno de los primeros síntomas de embarazo