La posición en la que nacen los niños y sus hermanos no solo condiciona su carácter, sino también la forma que tenemos los padres de tratar a nuestros hijos. El primogénito suele ser el hijo más buscado. Por lo general, al segundo se le concede menos responsabilidades que al primero. Al tercero, o benjamín, se le consiente mucho más. El hijo único, en cambio, recibe todo el cariño de sus padres, pero también se le exige más que a otros niños. ¿Qué posición ocupa tu hijo?
¿Tiene importancia el lugar que ocupa un niño entre sus hermanos? La respuesta es SÍ.
A pesar de que los padres siempre afirman que se quiere a todos los hijos por igual, esto es imposible. Y es natural.
Por supuesto que no quiere decir que se quiera “más” o “menos” a uno que a otro. Es una cuestión de matices, no de cantidad.
Cuando los padres tienen el segundo hijo, ya no son los que eran hace… 2, 3, 4 años. Ellos mismos han cambiado.
También lo ha hecho su vida, sus circunstancias, su propia experiencia como personas o como padres.
Aunque algunos hijos son concebidos tras una decisión muy consciente y otros “vienen sin haber sido invitados”, se les puede querer a todos ellos, pero siempre habrá matices, aunque los padres deseen evitarlos.
Porque los niños son personas y cada uno es distinto de los otros hermanos, su temperamento será diferente.
En este artículo sobre la posición que ocupan tus hijos:
Suele ser el hijo más deseado y sobre el que se vuelcan todos los ideales de los padres y de los abuelos. Esto puede condicionar que se tengan expectativas poco realistas acerca de la paternidad y la crianza. La lógica inseguridad de ser padres “novatos” suele llevar a múltiples consultas (con familiares, médicos… antes de tomar decisiones). La inseguridad puede conducir a la sobreprotección.
Recibir una atención casi exclusiva de sus padres, de los abuelos… facilita su desarrollo y maduración en los aspectos intelectuales, pero a veces, junto con la sobreprotección, puede llevar a que no se le estimule a adquirir independencia. Si nacen más hermanos, se le estimulará de forma precoz a madurar, a “ser mayor”, se le exigirán más responsabilidades.
A su llegada encuentra a unos padres que tienen ya experiencia y se sienten más seguros. Su hermano mayor le dedica atención y es un estímulo para desarrollar habilidades motrices. Quizá sus padres le estimulen menos desde el punto de vista intelectual y le exijan menos responsabilidades.
Aunque nazcan más hijos, el “mayor” sigue siendo el primero. Esto favorece que sean (en general) bastante independientes.
Aunque sea bien recibido, el tercer hijo no suele llegar a la casa fruto de la planificación. Además, por una cuestión de simple lógica y economía doméstica, tiende a desequilibrar a la familia.
Las relaciones entre tres (hermanos o no) suelen estar dificultadas por la tendencia natural del ser humano de buscar alianzas de dos.
El tercer hijo puede ser el más vulnerable desde el punto de vista psicológico, pero también puede ser el más feliz de la casa, pues recibe el cariño de cuatro personas.
Se llama así al niño que nace en último lugar de una serie de hermanos más o menos larga.
Hoy en día, en que las familias numerosas son la excepción, se refiere más al niño que nace con un intervalo de 6 años o más con respecto de su anterior hermano.
Es casi un hijo único, pero con hermanos mayores que funcionan casi como adultos con respecto de él. Por tanto recibe muchísima estimulación intelectual y muchísima sobreprotección.
Como resultado, suelen ser niños muy inteligentes, pero caprichosos y con una gran capacidad de manipular a los distintos miembros de la familia en su propio beneficio, pues se hacen expertos en lograr el apoyo de alguno cuando pretenden lograr algo.
Con frecuencia, la protección de padres y hermanos origina que se le consientan conductas muy infantiles en relación a la comida, que no aprenda a vestirse solo a edad apropiada, etc.
Tiene todas las ventajas de ser primogénito (dedicación exclusiva, estimulación, desarrollo intelectual precoz,…) y todos los inconvenientes (se le exige que cumpla todas las expectativas de los padres, les tiene todo el día encima,…).
No necesita aprender a compartir o repartir regalos, juguetes, comida, ropa, habitación…, pero también le tocan a él todas las riñas, castigos, exigencias y responsabilidades.
Tener hermanos resulta de gran utilidad para aprender a relacionarse con iguales. El hijo único se relaciona más con adultos que ceden más ante él que es un niño. Por eso puede resultarle difícil adaptarse a la escuela, a los juegos de equipo o competición… en que los otros compañeros le exigen como a un igual, no le ceden privilegios…