Las pesadillas de mi niña no me dejan dormir. Puedo prometer y prometo que si en algo pongo cuidado con mis niños es en que no chupen horas de tele, que no vean dibujos violentos, o cuentos de corte agresivo… pero no sé por qué últimamente me paso la noche en danza a cuenta de este trastorno del sueño, tan típico de la infancia.
Los aullidos de la pobre Sarita, que se despierta por la noche a eso de las 3 de la madrugada, deben de provocar el infarto hasta al vecino del 4º. Su carita de terror, descompuesta, y la forma en que me clava las uñas en el brazo para que no me vaya me dejan ya desvelada durante horas. Entonces, no me queda otro remedio que acariciarla e instalarme en su camita para compartir espacio, aliento y mocos hasta que empieza a amanecer y consigo que se relaje.
Huelga decir que en el ínterin Álex abre el ojo y aprovecha para pedirme agua, pis y a su peluche, escondido tras la pila de almohadones, sábanas y edredón. Mientras tanto su aterrorizada hermana berrea ante la posibilidad de que mami se esfume al baño un minuto para acompañar al canijo. La luz del pasillo se queda crónicamente encendida (¡Dios, no quiero ni pensar la factura que me va a llegar a final de mes, pero todo sea por la salud mental de mi niña!) y los ánimos parecen calmarse.
He consultado hasta con la psicóloga del cole el tema de las pesadillas en los niños. Y me ha dicho que no me preocupe.
–Son etapas. Los niños tienen que liberar las tensiones y conflictos del día, y todo ello ayuda a su crecimiento cerebral. Es normal que sueñe, por ejemplo, que un monstruo salvaje se come a su madre -me suelta la señora con toda naturalidad-. Está desfogando el odio al progenitor fruto del complejo de Edipo. -Ah vale, me deja mucho más tranquila –le contesto con un punto de ironía que en absoluto parece afectarle (será que tiene la autoestima más trabajadita que yo).
Lo que no me atrevo a aclararle es que cuando a Sarita le pregunto por el origen de sus pesadillas todo lo que obtengo por respuesta es: -Mami, es que pensé que se me había caído la almohada.
¿Será que mi hija no tiene sentido de la medida y le aterrorizan las cosas más tontas? ¿Será que solo quiere llamar mi atención? ¿Conseguiré dar pie con bola una semana más en la oficina si continúan las noches toledanas? ¿Vuestros hijos os someten a este tipo de pruebas?
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