La mayoría de los padres desea que sus hijos tengan relaciones positivas con otros niños. Por ello, les resulta muy preocupante que, a veces, esto no sea así y se produzcan agresiones entre iguales. Conocer el desarrollo evolutivo de los niños es fundamental para entender por qué se produce este tipo de comportamiento. Además, es importante que los padres sepan cómo deben actuar en estas situaciones.
A la edad de 2 años, el proceso de desarrollo social de los niños se centra en la interacción con la familia cercana.
Sus habilidades sociales todavía no han evolucionado suficientemente como para relacionarse con otros niños mediante comportamientos sociales complejos (es decir, dialogar, llegar a acuerdos, compartir objetos, respetar turnos, solicitar y dar ayuda, colaborar…). Es aproximadamente a los 3 años de edad cuando el proceso madurativo de los niños ha evolucionado lo suficiente como para que se inicien las relaciones con los iguales de una manera más sofisticada.
Por todo esto, las conductas agresivas (empujar, pegar, morder…) pueden ser una forma de comunicación o de relación con los iguales. Esto no quiere decir que este tipo de conductas deban permitirse, deben enseñarse alternativas de comportamiento más adecuadas.
Sin embargo, a esta edad, los niños no son aún capaces de comprender e interiorizar pautas sociales ni percibir adecuadamente lo que se considera socialmente deseable. Es en torno a los 3-4 años de edad cuando los niños empiezan a interiorizar normas sociales de comportamiento y relación.
Las estrategias esenciales del aprendizaje de los niños son la observación, la imitación y la experimentación. De esta manera, para enseñarle a un niño las conductas y actitudes que son deseables y socialmente aceptadas, el adulto ha de ejercer de modelo. Así, cuando el niño observa cómo actúa el adulto, le imitará.
Así pues, es muy importante que los niños no perciban comportamientos y actitudes agresivas en los adultos de su entorno. Debe intentarse evitar la exposición de los niños a conductas agresivas de otras personas. Para esto, es fundamental tener en cuenta los detalles, tales como el tono de voz o los movimientos. En ocasiones, las conductas agresivas se manifiestan de una manera sutil, pero perceptible para los niños.
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¿Qué hacer cuando aparezca una conducta agresiva?
Cuando un niño emite una conducta agresiva hacia otro niño, es importante que el adulto responda con calma, sin demostrar ningún tipo de agresividad o ira.
Es fundamental expresarle al niño que eso no gusta mediante una explicación firme y sencilla.
No debe castigársele. Se trata de interrumpir la conducta agresiva a través de la distracción y dándole la explicación brevemente de que eso no le gusta al adulto.
Es esencial ofrecer al niño alternativas positivas de comportamiento a la conducta que quiere evitarse. De esta manera, hay que enseñar al niño otros modos de reaccionar. Esto puede hacerse mediante cuentos o representaciones de títeres en las que se incluya esta temática.
En cualquier caso, debe tenerse en cuenta que la socialización infantil es un proceso evolutivo. No debe pretenderse que los niños se socialicen antes de que estén preparados para ello. Debe respetarse el tiempo que cada uno necesite y su ritmo de maduración.