El juego es la actividad más importante de los niños. A través de él, desarrollan sus capacidades físicas y mentales. También desarrollan sus habilidades sociales y su autoestima. Es la herramienta básica de aprendizaje infantil. A partir de los 3 años, el juego comienza a ser simbólico, los cual indica un avance cognitivo importante en el niño. A partir de los 6 años, los niños aprenden a jugar atendiendo a reglas.
Si observamos a cachorros de distintas especies de mamíferos podemos ver que lo más habitual en ellos es el juego. Esto nos da una pista de la importancia evolutiva que tiene esta actividad. Podríamos decir que los niños vienen programados genéticamente para jugar.
La explicación a esto la podemos encontrar en que cuando jugamos, es decir cuando disfrutamos realizando una actividad, nuestro cerebro aprende sin esfuerzo. Así que parece que el juego tiene el objetivo de hacer placentera la realización de determinadas actividades.
El bebé, desde que nace, encuentra su forma de relación con el medio y las figuras de apego a través del juego. En principio muestra un juego únicamente de movimiento, tanto de su cuerpo como de objetos. Gracias a él adquiere experiencias perceptivas, aprende a coordinar movimientos y desarrolla la atención y concentración.
Su juego va evolucionando y a partir de los 3 años, ya que empieza a introducirse un cambio muy importante, que es la aparición del juego simbólico. La fantasía del niño empieza a invadirlo todo y a través de sus juguetes y otros objetos juega a «como si». Es decir, como si estuviera en la guarde o en el cole, como si estuviera comprando en una tienda, como si estuviera conduciendo un coche.
Todo esto no es ni más ni menos que el desarrollo de la capacidad cognitiva puesto que pensar no es otra cosa que manejar representaciones en nuestra cabeza de cosas que no están presentes. Por tanto, el juego en esta etapa es de vital importancia ya que les permite desarrollar el pensamiento.
Hasta ahora al niño le bastaba con jugar con sus padres o solo, pero en estos años se convierte en fundamental la presencia de compañeros de juegos. Puede que al principio no juegue con otros niños, sino que simplemente juegue al lado de ellos. Pero poco a poco, los niños irán practicando juegos conjuntos donde desarrollar habilidades sociales como la cooperación, negociación, competición, el respeto a las normas y reglas del juego (esto cobra importancia a partir de los 6 años en adelante).
Y, sobre todo, aprenden a sentir su energía y capacidad, que hace que desarrollen una autoestima positiva. El juego aporta también un aprendizaje fundamental, que es el de enfrentarse al hecho de ganar o perder y ayuda a los niños a aprender a manejar su frustración mediante el modelado que hacen los padres de esta experiencia.
Así mismo, el juego es una actividad a través de la cual se transmiten roles sociales y valores culturales que se interiorizan de forma inconsciente. Queda patente por todo lo anterior cuál es la importancia del juego, pero igual de importante es mantener un equilibrio entre el juego en solitario o acompañado.
De forma espontánea el niño juega constantemente y muchas veces lo hace solo. De cara a la socialización del pequeño es importante que pueda dejar que otras personas compartan su mundo metiéndolas en su juego y los primeros en hacer esto serán los padres. Hay que preocuparse tanto si un niño no juega, como si no sabe jugar sin la ayuda de otros (una vez que ya no es un bebé) o si sólo quiere jugar solo.