Durante las vacaciones se dispone de más tiempo para pasar en familia. En este tiempo se pueden hacer muchos planes y actividades con los niños. Pero muchas veces no es necesario planificar ninguna actividad. Con lo que más disfrutan padres e hijos es jugando libremente. Jugando juntos, tanto los padres como los hijos pasan un rato agradable, a la vez que estrechan su relación.
Las vacaciones sugieren sentimientos de libertad, placer y ausencia de obligaciones… Esto ocurre también para los niños. El tiempo se relaja, se desconecta el despertador…
El verano es el momento propicio para llevar a cabo el ansiado deseo de disfrutar al lado de nuestros hijos.
La lista de posibles actividades es infinita: actividades al aire libre, la práctica de algún deporte, quedar con amigos, compartir ratos de lectura, asistir a espectáculos, dibujar o cualquier otra cosa que nos propongamos. Y sobre todo, jugar con nuestros hijos.
El valor del juego radica en que es libre y voluntario. El juego es un generador de alegría, un vínculo que se establece entre la fantasía y la realidad.
Los padres debemos entender el juego como una diversión compartida, que estimula la curiosidad, desarrolla la imaginación y el ingenio. A través del juego, los niños maduran sus ideas y canalizan sentimientos y comportamientos. Como padres, les conoceremos mejor, ya que jugando se expresan libremente.
Los niños, también, canalizan su agresividad de una forma positiva a través del juego y aunque surjan conflictos y peleas, por ejemplo entre hermanos, nunca debemos olvidar que forma parte del proceso de maduración del niño.
Los padres deben evitar siempre que la violencia degenere en situaciones conflictivas. Hay que transmitir de forma clara los límites que no está permitido sobrepasar. Para favorecer su equilibrio emocional es importante dedicar tiempo a jugar con nuestros hijos.
No dejemos pasar el tiempo de vacaciones sin disfrutar juntos en familia. Todos lo merecemos.