El martes pasado me quedé un poco mosca cuando me dice la cuidadora que atiende a mi pequeño Álex:
-Lupe, no sabía que iba usted a dejar el trabajo.
Se ve que ante el estupor de mi cara ella incide:
-No, si es normal. Si le ocurre a muchas mamás que lo pasan fatal por no poder estar con sus niños.
Superado el momento sorpresa yo me planteo:
A) ¿Cómo puede estar esta mujer tan tranquila si se supone que al dejar de trabajar ya no necesitaría de su “ayuda extra”?; es decir, perdería su empleo. Pero bueno, ¡allá ella!
B) Y sobre todo: ¿de dónde demonios se ha sacado esta idea si yo jamás (ejem, de momento) me he hecho tal planteamiento?
Tras los segundos de mutismo en los que aprovecho para hacerme estas reflexiones, consigo articular palabra:
-¿Pero quién te ha dicho eso Jenny? –y según voy acabando la frase ya me “huelo la tostada”.
-Ha sido Sarita. –contesta con cara de preocupación-. Me dijo que ya no iba a tener que venir a su casita porque su mamá no quería volver a la oficina, y así no gastaban dinero.
HORROORRRRR!!!!!!!! “¡Será maquiavélica la niña! ¿Pero desde cuando ha aprendido esta renacuaja el concepto ahorro?”, me digo mientras noto que se me sube la sangre a la cabeza. Sin embargo, tras el calentón inicial freno y recapacito: “Mi pequeña me echa de menos; no estoy con ella el tiempo suficiente para cubrir sus necesidades afectivas; llego a casa tarde y solo la veo en el rato del desayuno y camino del colegio en el coche. Nos falta diálogo!!….¡Buhhaaa….Qué asco de madre soy!!!!”.
Calma, calma, calma. Tengo que hablar con ella:
-Pero tesoro, ¿por qué le dices esas cosas a Jenny? ¿No ves que es muy buena y os cuida muy bien mientras mamá está fuera?
-Tranquila mami, si era una broma.
-Pues nena. A ver si te contienes con tu sentido del humor porque un día me va a dar un infarto. Solo quiero que sepas que te adoro aunque no pueda pasar todo el tiempo que quisiera contigo.
-Vale.
Este último “Vale” no me deja del todo convencida, y rezo para que mi hija no se vengue y el día de mañana me mande derechita a la residencia de ancianos (aunque a veces creo que me lo merecería).
Por suerte, en los últimos tiempos soy un ser maduro que no se deja hundir tan fácilmente: La cuestión es no dramatizar. He de reconocer que las escasas ocasiones en las que he permanecido largas temporadas en casa han sido las dos bajas por maternidad, y en ambas he terminado claustrofóbica y de los nervios. Lo cual no implica que quiera menos a mis hijos o sea peor madre. Lo que importa es la calidad de tiempo que les damos, no la cantidad….¡¡Buhaa… el que no se consuela es porque no quiere!! ¡¡Que asco de madre soy!!! ¿Habéis sentido también la “culpa de la madre trabajadora”? ¡Por favor, por favor…que no sea la única!!!