A partir del cuarto mes de vida, los bebés pasan más tiempo despiertos y empiezan a dar muestras de querer relacionarse con su entorno y comunicarse. Es el momento perfecto para que los padres empiecen a jugar con sus hijos. Los juegos a esta edad se limitan a cancioncillas o simples charletas con el bebé. En un ambiente de ternura y cariño, la inteligencia del niño se desarrolla mejor.
Los padres son el mejor juguete para el bebé.
A partir de los 4 meses, el bebé empieza a descubrirse a sí mismo y el mundo que le rodea. Tiene más movilidad, empieza a relacionarse, a comunicarse y a transformar la realidad. Y su inteligencia madura de forma prodigiosa. A ello contribuyen los padres proporcionándole estímulos que le empujen a aprender habilidades.
Todas las actividades cotidianas pueden ser un momento para estimular al bebé, para acariciarle, para jugar y disfrutar con él.
El momento del baño o de cambiar los pañales, en que se tiene contacto cara a cara con el bebé, puede aprovecharse para «charlar» con el bebé o cantarle (estímulos sonoros), para acariciarle… (estímulos táctiles)
Permitirle que manipule la esponja o el cepillo del pelo le enseña nuevas texturas. Hacerle cosquillas al ponerle crema, jugar al «cucú-tras» al ponerle la ropa… son juegos simples pero igualmente interesantes para el niño, que disfruta con ello.
Su inteligencia crece mejor en ese ambiente de ternura y cariño.
Los padres a su vez disfrutan más de estas relaciones cotidianas, incluso de las rutinas. Ver cómo aprende el bebé les llena de orgullo. Cada día conocen mejor a su pequeño. Le entienden. Y con ello sienten que son mejores padres, más competentes en contraste con la inseguridad que posiblemente tenían cuando nació.