Los juegos de falda son juegos espontáneos o aprendidos que entretienen a los bebés de pocos meses de edad. Se puede empezar a juguetear con el bebé desde el primer o el segundo mes, aunque probablemente el pequeño no interactuará hasta cumplidos los tres meses. Además de reforzar el vínculo con los padres, los juegos de falda cumplen una importante función en el desarrollo psicomotor del bebé.
A los bebés pequeños les encantan los juegos de falda por el ritmo y la música, pero sobre todo porque sus padres interactúan con él.
Muchos juegos de falda son espontáneos, inventados por los padres en su interacción con el bebé. Otros son «tradicionales», es decir, que tienen música, letra y gestos ritualizados, y se han ido transmitiendo a través de las generaciones. Son, por lo tanto, muy variados, aunque suelen tener también grandes parecidos. («Cinco lobitos tenía la loba…«, «Date, date, date. Date en la mochita…«, «Aserrín aserrán«…).
Sean pues espontáneos o «aprendidos de la abuela», estos juegos desempeñan un importante papel en la maduración del bebé.
Mediante sonidos, gestos, movimientos, caricias, se facilita el desarrollo de nuevas habilidades en el bebé:
- Estimulan su oído, su sentido del ritmo y de la música.
- Desarrollan su memoria. Desarrollan ciertas habilidades motrices. Por ejemplo, «aserrín, aserrán…» sirve para reforzar el tono muscular.
- Refuerzan el vínculo con el cuidador, con los padres.
- Proporcionan al bebé seguridad: el hecho de que alguien esté jugando con él significa que su persona es importante. Además, «adivinar» lo que va a ocurrir a continuación en el juego, le da seguridad en sí mismo.
- Desarrollan el lenguaje: El bebé aprende palabras aunque no las diga aún. Cuando oye «Haz los lobitos» y mueve la mano, está indicando que ya «sabe», que ya entiende la palabra.
La repetición del juego le sirve al niño de entrenamiento en diferentes habilidades. También le proporciona placer el descubrir que «sabe» lo que va a ocurrir después.
Los juegos de falda tienen siempre alguno de los siguientes componentes:
- Contacto físico entre el adulto y el bebé.
- Contacto visual.
- Música, ritmo, sonidos, palabras.
- Movimientos más o menos complejos.
Estos juegos contribuyen a reforzar el vínculo entre padres e hijos. Los padres pueden dedicar pequeños momentos del día para hablar y juguetear con el bebé. También se puede aprovechar el rato del baño, cuando se le viste o se le cambia el pañal.