El pecho de la mujer se prepara de manera natural para la lactancia desde que ésta queda embarazada. Por ello, no es necesario utilizar cremas ni jabones especiales para el pecho durante el embarazo. Es suficiente mantener una higiene adecuada de esa zona, al igual que durante el período de la lactancia.
Cuidado de los pechos de la embarazada
El organismo de la mujer se prepara para la lactancia desde el momento en que queda embarazada. La aréola, zona circular alrededor de los pezones, se oscurece. Las glándulas y conductos se desarrollan y maduran y, como resultado, los pechos aumentan de tamaño para desarrollar la capacidad de producir leche. El cuerpo comienza a almacenar grasa adicional en otras zonas con el fin de suministrar la mayor energía necesaria para la lactancia.
No es necesario, pues, estimular los pezones al final del embarazo o aplicar cremas específicas para fortalecerlos. Basta con lavar y secar los pechos suavemente tras la ducha.
La estimulación de los pezones en exceso puede dañar las pequeñas glándulas en la aréola (dedicadas a segregar un líquido lechoso que lubrica los pezones y los prepara para dar el pecho) y puede también provocar la secreción de hormonas que fuerza al útero a contraerse, acelerando el fin del embarazo.
El roce durante el acto sexual no es dañino para los pezones, ya que se trata de un contacto suave.
Cuidado de los pechos durante la lactancia
Conviene evitar los jabones y las lociones que resequen la piel, ya que con la succión se pueden abrir grietas y provocar pequeñas heridas. No es recomendable utilizar tampoco ninguna clase de crema. Basta la ducha normal.
Durante la lactancia, los pechos son más grandes y pesados de lo habitual. Por ello, se aconseja utilizar sostenes especiales: se ajustan más fácilmente y tienen más espacio para el pecho.
Una vez finalizado el embarazo y la lactancia, los pechos vuelven a un tamaño similar al previo. La flacidez se puede combatir con ejercicios específicos para tonificar la musculatura.