La adquisición de autonomía por parte del bebé debe entenderse como un proceso evolutivo. El ritmo de desarrollo de autonomía e independencia varía de un bebé a otro y este ritmo siempre debe respetarse. Permitir que el bebé explore, manipule… facilita el desarrollo de su autonomía. Pero siempre ha de ser el bebé quien establezca cuándo está preparado y para qué.
El desarrollo de la autonomía del bebé debe concebirse como un proceso evolutivo.
Es una capacidad que se va adquiriendo de forma gradual, acorde con la maduración y el crecimiento del bebé.
Así pues, debe esperarse a que el bebé sea cada vez más independiente respetando su propio ritmo, sin obligarle, puesto que, al ser un proceso evolutivo, el bebé necesita relativa madurez para poder actuar con cierta independencia.
Del mismo modo que no podemos forzar a un bebé a caminar hasta que esté preparado para ello, tampoco deberíamos forzarle a actuar con autonomía.
Sin embargo, los padres sí podemos fomentar que el bebé adquiera una mayor autonomía.
A medida que su desarrollo psicomotor avanza, los padres podemos sentarnos con el bebé y poner en práctica algunos movimientos que le ayudarán a ser un bebé más autónomo (tirar y recoger una pelota, favorecer sus desplazamientos…).
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El desarrollo de la autonomía del bebé va parejo al de la motricidad
Durante el primer año de vida, el bebé va haciéndose más autónomo en función de su desarrollo psicomotor.
Cuando nace, el bebé es absolutamente dependiente de su madre.
Necesita a su madre para alimentarse, desplazarse, cambiar de postura, cobijarse del frío o del calor…
Durante su primer año de vida, el bebé necesita al adulto para sobrevivir.
Así, es comprensible que el bebé reclame el contacto con el adulto.
Cuando dejamos al bebé en una cuna o un cuco, éste no podrá salir de allí a no ser que le coja el adulto.
Por eso, es normal que el bebé llore para avisar de que está allí y que prefiere estar cerca de su madre.
Poco a poco, la psicomotricidad del bebé se va desarrollando.
En torno a los 2 meses de edad, el bebé, tumbado boca abajo ya puede sujetar la cabeza durante algunos segundos. Este avance psicomotor le permite observar a su alrededor.
Hacia los 6 meses de edad, el bebé ya puede mantenerse sentado sin apoyo durante un rato. Puede manipular objetos, observarlos, chuparlos.
Estas capacidades permiten al bebé pasar ratitos solo jugando, explorando los objetos.
Así, comienza a ser un poco más autónomo y comportarse de manera más independiente durante períodos cortos de tiempo.
Muchos niños que rechazaban el cuco o cochecito, y sólo querían estar en el portabebés (mochila, fular…), comienzan a aceptar la sillita de paseo cuando consiguen sentarse sin apoyo.
Aproximadamente a los 7 meses, el bebé comienza a desplazarse reptando. Esta nueva posibilidad de movimiento orienta al bebé a la exploración del mundo que le rodea, motivado por su curiosidad innata.
Poco después, cuando comienza a gatear, el bebé puede alejarse o aproximarse a su madre de forma voluntaria. Esto le permite investigar el entorno y volver al lado de su madre cuando lo necesite.
Del mismo modo, después del primer año, la aparición del lenguaje verbal y el desarrollo de la capacidad de comunicación promueven el desarrollo de la autonomía del niño.
La autonomía del bebé no puede forzarse pero sí fomentarse
Como todo proceso evolutivo, la autonomía no puede acelerarse ni obligarse, pero sí se puede fomentar.
Durante el primer año de vida del bebé, las posibilidades de estimulación de la autonomía son limitadas.
Pueden centrarse en posibilitar la exploración de propio cuerpo y su entorno por parte del bebé.
Es importante dejar que el bebé actúe libremente, sin coaccionarle ni hacerlo todo por él.
De acuerdo con sus posibilidades en función de su edad y siempre evitando el peligro, debe permitirse al bebé moverse, despazarse, manipular objetos, ect.