Octavo mes de embarazo: ¿sabéis exactamente en qué semana estáis?, ¿habéis visitado urgencias en la gestación?

Siempre se me ha dado fatal eso de echar cuentas. Será porque soy de letras, pero la verdad es que eso no me sirvió de excusa el otro día, cuando tuve que ir corriendo a urgencias con mi panza de casi ocho meses por unos pinchazos agudos.
La sala de espera estaba abarrotada de parejitas tipo nosotros (mi chico y yo), hablando en un susurro y con cara de primerizos asustados. Aquí he de reconocer que la experiencia no fue un grado, ya que la preocupación ante cualquier síntoma extraño se multiplica por cien mil cuando llevas un bebé dentro. Cuando por fin me pasaron a la consulta de la ginecóloga de guardia después de un buen rato de espera, su primera pregunta fue: “¿De cuántas semanas está?”.
No sé por qué tienen esa manía de inculcarnos desde pequeñitas que el embarazo son nueve meses, ya que cuando te toca pasar por el trance resulta que las cuentas no salen: como ya sabréis la mayoría, se trata de calcular desde la fecha del último periodo unas cuarenta semanas (no desde el día que te quedas claro, porque o eres adivina o qué vida sexual más triste si solo has tenido relaciones una vez en dicho mes. A mí es que esto del embarazo me dispara la líbido, pero ese es otro tema y ya basta de digresiones).
Total, que después de unos segundos de silencio la doctora insistió: “Señora, que no tengo toda la tarde”. Y yo empecé a balbucear: “Mi última regla fue el 23 de marzo, o sea que debo de estar (e intenté calcular a toda velocidad los meses que van de marzo a noviembre y multiplicar por cuatro semanas que tiene un mes, y restar los días que me sobraban del mes presente) de 28 o 29 semanas más o menos”.
Ya más tranquila, agotada, y sudando del estrés por mis rápidos cálculos matemáticos, me senté en la silla con cara de satisfacción, pero pronto se me subieron los colores cuando la oigo decir: “Señora, usted está de 33 semanas. A ver si empieza a hacer bien los cálculos porque cualquier día se pone de parto, y se piensa usted que le ha sentado mal la cena”. Hundida ante semejante comentario, me prometí a mí misma no visitar más a un médico sin haber hecho los deberes antes, y no volver a usar la calculadora en la oficina para ver si refresco un poco las tablas de multiplicar.
La doctora ponía cara de vinagre y tras un par de malos chistes que solté sobre la marcha para relajar el ambiente me reconoció, agotada, que tras ocho horas seguidas de ver pacientes solo una de las consultas había sido un “urgencia real” que terminó en cesárea. Entoné un “mea culpa” general, e intenté hacerla comprender que es la angustia de que algo pueda sucederle al niño lo que nos hace salir disparadas hacia el hospital. Al final acabamos tan amigas.
Para la tranquilidad de las futuras mamás aclararé que los pinchazos en la tripa no eran más que un “cólico de fanta”, es decir, de gases (la noche anterior habíamos tenido una cena y me tome tres vasos del susodicho refresco). Por lo que a todas recomiendo, no abuséis de las bebidas gaseosas porque yo tuve mis dudas entre si me iba a dar un infarto o me había puesto de parto a las “28 semanas” de embarazo.
¿Soy una paranoica o también habéis visitado al ginecólogo de guardia a lo largo de vuestro embarazo? ¿Os habéis sentido “maltratadas” por un médico? ¿Sabéis exactamente en qué semana de gestación estáis en estos instantes?

Opina sobre este artículo y consulta los comentarios.