Los niños pequeños se desarrollan, aprenden y se relacionan con los demás jugando.
Así, cuando los padres juegan con sus hijos, están fomentando el desarrollo de sus habilidades motoras, cognitivas y sociales.
Además, les están enseñando cosas nuevas de una forma lúdica.
Pero, esencialmente, el juego entre padres e hijos fomenta la comunicación y una buena relación entre ambos.
El principal juguete para un niño son sus padres.
Con papá o mamá se juega al caballito, a esconderse, a hacerse cosquillas…
Desde su regazo se descubren los colores, se leen cuentos, se habla por teléfono.
Además, los padres son los que proporcionan la mayoría de los juguetes y quienes le inician en su funcionamiento.
Con un poco de imaginación, un sencillo objeto doméstico se convierte en un juguete: una caja es un tambor, un cofre del tesoro o un remolque.
La más simple actividad cotidiana se transforma en un juego: vestirse, bañarse, pasear…
Como complemento, los padres deben desarrollar una tarea de vigilancia discreta mientras el niño juega y explora el mundo:
- Alejando de él cualquier objeto peligroso que se haya utilizado delante de él (pues quizá trate de imitar a quien lo usó).
- Eliminando los juguetes con piezas pequeñas con que se pueda atragantar, las bolsas de plástico que le pueden causar asfixia …