Para ayudar a los niños de 1 a 2 años a desarrollar su inteligencia, los padres podemos, por ejemplo, ofrecerles distintos materiales que fomenten su capacidad de investigar, descubrir, experimentar. Si nuestro hijo consigue terminar una tarea, conviene que nos dirijamos al él con un «bien hecho». ¡Así se sentirá más estimulado para continuar su aprendizaje! Y por último, debemos vigilar que el niño entiende los conceptos que aprende.
Los padres pueden ayudar a los niños a desarrollar su inteligencia ofreciéndoles nuevos estímulos y reforzando sus logros.
Para ayudarle, además, conviene que los padres vigilen que entiende los conceptos nuevos que aprende.
Pero, además, los padres podemos:
- Ofrecer estímulos al niño
El niño tiene dentro de sí la capacidad y el deseo de investigar, experimentar.
Pero si sus padres le alientan a ello y le proporcionan nuevos temas, materiales, juegos y experiencias, su horizonte se abre más aún.
Algo tan simple como hablar con él acerca de las cosas cotidianas, tal cual suceden: la lluvia, el ruido de la lavadora…
Leer cuentos en voz alta al niño es una actividad que favorece el desarrollo de la inteligencia
- Proporcionar refuerzos y apoyo al niño
A menudo, cuando el niño percibe que ha hecho algo especial, interrumpe el juego y mira a los que están alrededor esperando su aprobación.
Si los padres le felicitan por sus logros, el niño se sentirá más estimulado y motivado para continuar su aprendizaje. A veces basta una mirada acompañada de una sonrisa.
Hay que estimular y reforzar su autoestima aunque el niño no haya logrado lo que pretendía. Se debe valorar el esfuerzo realizado de modo que no se desanime a intentarlo de nuevo
- Vigilar si el niño comprende los conceptos que aprende
Hay que tener en cuenta que aunque a esta edad el niño ya ha aprendido el concepto de «causa y efecto», aun no es capaz de relacionarlo con el concepto de «consecuencia».
De ahí que entienda como se comportan determinados objetos como, por ejemplo, que una puerta se cierra al empujarla, pero no entienda que al cerrarla se puede pillar los dedos.
En muchos casos el niño recuerda el dolor pero no es capaz de relacionarlo con la cadena de acontecimientos que lo provocaron y es muy probable que vuelva a repetirlos.
Por este motivo, hasta que el niño sea capaz de relacionar estos conceptos necesita una constante vigilancia de un adulto que juzgue por él donde puede haber peligro.