Muchos profesionales recomiendan tratar las rabietas de manera inflexible y autoritaria. Sin embargo, si atendemos a las necesidades evolutivas, afectivas y emocionales de los niños comprenderemos que las rabietas han de tratarse con respeto, empatía y delicadeza.
Las rabietas forman parte del desarrollo evolutivo infantil, por lo que se producen en todos los niños con mayor o menor intensidad.
Por norma general, las rabietas aparecen hacia los 2 años y cesan alrededor de los 5 años. En torno a los dos años de edad, los niños presentan un nivel general de desarrollo motor, cognitivo, lingüístico, afectivo y social que les permite percibirse como seres independientes.
Esto les lleva a querer ser más autónomos e independientes de manera progresiva. Para ello, poseen una estrategia simple: la negación. Niegan al otro para autoafirmarse. Así, surge el oposicionismo, la conocida edad del no.
Este negativismo y oposicionismo constituye un reto para los padres, que muchas veces no saben cómo responder ante él.
Cuando los padres tratan de impedir al niño comportamientos de oposición y negación suelen surgir las rabietas, así como cuando los padres niegan al niño algo que éste desea.
Las rabietas son la consecuencia del conflicto interior que se le genera al niño cuando no se comprende su necesidad de autoafirmación, autonomía e independencia.
Si se comprende el negativismo y oposicionismo de los niños de dos años (y, en consecuencia, las rabietas) como parte del desarrollo evolutivo, los padres estarán más capacitados para responder con delicadeza, empatía y respeto.
Cuando los padres responden de manera empática y respetuosa, las rabietas suelen ser más suaves y breves, pues se están permitiendo los comportamientos de autoafirmación que los niños necesitan para desarrollarse.
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¿Cómo responder al las rabietas de manera respetuosa?
Es esencial, en primer lugar, comprender que el niño está actuando en base a una necesidad de su desarrollo, que no pretende retar a los padres voluntariamente ni manipularlos.
Es importante permitir que los niños se afirmen como individuos independientes. Para ello, es recomendable permitirles realizar lo que deseen, siempre y cuando no sean conductas peligrosas o potencialmente dañinas para sí mismos o para los demás.
Posibilitar al niño que tome decisiones, respetar sus gustos y preferencias y permitir su autorregulación es muy positivo para su desarrollo personal y emocional, reduciendo en intensidad y frecuencia las rabietas.
También es muy beneficioso evitar las situaciones que sabemos que propiciarán rabietas, siempre que sea posible. Así, estaremos, a su vez, evitando conflictos.
Es esencial dialogar con el niño, explicarle que se le comprende, pero también contándole lo que el adulto desea que haga y ofreciéndole alternativas a la rabieta.
Es muy positivo que los padres permanezcan junto al niño cuando se desencadene la rabieta, mostrándole su apoyo emocional, entendiendo su sufrimiento empáticamente y consolándolo.