Algunos padres y madres tienen muy claro cómo llamar a su hijo antes incluso de que se produzca el embarazo. Para otros, sin embargo, la elección del nombre más adecuado para el recién nacido se convierte en una ardua tarea que se prolonga hasta el último momento, cuando el bebé ya ha nacido y es preciso registrarlo. Aunque el nombre no determina a la persona, sí puede marcar su desarrollo personal.
Muchas parejas ya saben cómo llamar a su bebé incluso antes del embarazo. Otras, eligen su nombre a lo largo de los nueve meses de gestación.
Encontrar el nombre perfecto puede ser una ardua tarea, pero es el único atributo voluntario que le transmitimos a nuestro hijo, que conservará toda su vida, y es ahí donde radica la importancia de una buena elección.
Normalmente la elección del nombre se debe a motivos culturales, tradición familiar o simplemente por el gusto de los progenitores.
Lo más usual es que se dé porque nos gusta o porque lo relacionamos con una persona que conocemos y a la que nos gustaría que se pareciera nuestro hijo.
El nombre no define nuestra forma de ser ni nuestro físico cuando nacemos pero tiene la particularidad de marcar nuestro desarrollo personal en la vida: un nombre ridículo puede ser motivo de burla en el colegio o incluso de indiferencia y exclusión social.
El nombre es una prolongación de la persona, forma parte de ella y es una clave identificadora de la misma.
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