Hacia los 2 años de edad, algunos niños comienzan a expresar su ira de manera explosiva e impulsiva. Los padres deben ayudar a sus hijos a gestionar la manera en que expresan su ira. Para ello, es imprescindible que reflexionen sobre las normas y límites que establecen y traten de proporcionar a su hijo un ambiente flexible en el que poder desarrollarse.
La ira es un estado emocional que se experimenta asociada al enfado, la rabia o la frustración. Esta emoción se manifiesta en forma de furia, irritabilidad o malestar emocional.
Cuando la ira se experimenta de una manera tranquila, controlada, puede servir como estrategia del ser humano para adaptarse a su medio (defenderse de posibles ataques, estar en alerta ante peligros potenciales).
Sin embargo, cuando se produce de manera explosiva, incontrolada o impulsiva puede ser negativa para el desarrollo de la persona y su calidad de vida y de las personas que tiene a su alrededor.
Los niños también experimentan ira. A veces, la expresan de manera agresiva o violenta y es importante que los padres les enseñen a gestionarla adecuadamente.
Cuando en el hogar se establecen límites de manera excesiva, los niños se encuentran con posibilidades de acción muy reducidas y pocas alternativas de comportamiento.
En estos casos, las explosiones emocionales pueden producirse como reacción a esa limitación excesiva, como «movimiento pendular» en un ambiente inflexible, extralimitado.
El niño necesita jugar, experimentar, observar, conocer… Cuando en su ambiente no se le permite esto o se le limita demasiado, el niño tenderá a rebelarse y las explosiones emocionales airadas son una manera de hacerlo.
Así, es interesante que se revisen las normas y los límites que se están estableciendo en la dinámica familiar. Se debe reflexionar sobre ello, tomar conciencia de la función de los mismos y rediseñar su forma y cantidad si fuese necesario.
Es fundamental ofrecer un ambiente flexible a los hijos, en los que las normas y los límites no sean excesivos. Deben establecerse sólo los que se consideren realmente imprescindibles. Esto facilitará un clima familiar relajado y reducirá el número y la frecuencia de aparición de conflictos familiares y, en consecuencia, de explosiones de ira.
Además de la flexibilización o relajación del ambiente, debe ayudarse al niño a aprender otras formas de expresar la ira, como por ejemplo con cuentos que presenten modelos de expresión emocional positiva, guiñoles o sencillamente representándolo en el juego con sus muñecos.
El acompañamiento emocional por parte de los padres para ayudar a los niños a gestionar la ira es imprescindible. No obstante, si se relaja el ambiente familiar será mucho más sencillo para todos la gestión de la ira.