Algunos niños, alrededor de los 2 años de edad, comienzan a expresar la ira de una manera agresiva o violenta. Los padres deben acompañar a sus hijos mientras experimentan este tipo de emoción, permitirla y ayudarles a expresarla de una manera más positiva.
La ira es una emoción humana que se produce cuando experimentamos enfado, indignación o frustración ante una situación. Es una emoción que se manifiesta con furia o irritabilidad.
La ira puede ser un mecanismo de adaptación al medio, que ayuda al ser humano a su propia supervivencia.
Sin embargo, cuando la ira se manifiesta de manera incontrolada, puede afectar negativamente al desarrollo de la persona y de su calidad de vida y de la de las personas de su entorno.
Así, cuando la ira se expresa con agresividad o violencia por parte del niño, como pegar, gritar, insultar… es decir, con agresiones físicas y/o verbales hacia los demás o hacia sí mismo, es fundamental que los padres le ayuden a gestionarla.
Por todo esto, es muy importante que los padres acompañen a sus hijos en la expresión de emociones y los guíen en la gestión de la ira.
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¿Cómo ayudar a tu hijo a gestionar la ira?
En primer lugar, es esencial observar con una mirada empática el comportamiento de los niños. Es imprescindible entender que el niño está manifestando emociones negativas, como enfado o frustración, de forma impulsiva y con intensidad. Estas expresiones de emociones negativas deben permitirse, legitimarse y sostenerse emocionalmente por los padres.
Por ello, es importante que los padres transmitan a los niños que comprenden sus emociones: su frustración o su enfado. Asimismo, es fundamental que se le acompañe emocionalmente mientras los está experimentando.
Esto no significa que deban permitirse reacciones agresivas o violentas. No obstante, no debe negarse la emoción. Decirle «no ha sido nada» o «no tiene ninguna importancia» son mensajes que tratan de obviar o no permitir una emoción desagradable.
Así pues, es necesario dar cabida a esa emoción, transmitiendo al niño que se comprende su enfado y su frustración; que tiene derecho a expresar lo que no le gusta y que sus preferencias son respetables. Acompañarle con afecto cuando experimente estas emociones es esencial para que el niño sea capaz de gestionarlas y aprender a expresarlas de manera positiva.
Cuando el niño experimenta una reacción agresiva, debe tratar de paliarse de un modo afectuoso. De esta manera, tomarlo en brazos, abrazarle y dirigirse a él con voz tranquila, explicándole de forma breve y sencilla que se comprende su enfado pero que no puede, por ello, reaccionar agresivamente.
Asimismo, es fundamental que se le ofrezca al niño una alternativa a la reacción agresiva. Por ejemplo, se le puede decir que cuando esté enfadado trate de explicar con palabras lo que le pasa o ayudarle a distraerlo en el instante de la explosión emocional y acompañarle hasta que se tranquilice.